La sanidad táctica: cómo responder médicamente y cuidar a heridos en un entorno táctico civil bajo amenaza directa o indirecta
Últimamente has podido comprobar que efectivos de los distintos cuerpos policiales portan en sus cinturones y chalecos elementos que te pueden resultar extraños. La gran mayoría de ciudadanos no saben ni qué son, ni para qué sirven, ni cómo se usan. Te hablo de torniquetes, gasas hemostáticas, parches torácicos o incluso cánulas nasofaríngeas.
El nivel de exigencia a los policías en los últimos veinte años ha crecido a un ritmo vertiginoso. Actualmente somos operadores jurídicos con conocimientos multidisciplinares. Nuestra función comprende distintos ámbitos por lo que estamos obligados a adquirir constantemente nuevas competencias para servir mejor a la sociedad.
En las distintas academias de formación se dedican cada vez más horas al campo sanitario y los agentes de policía acaban teniendo buenos conocimientos en primeros auxilios. Actualmente, es fácil ver patrullas equipados con desfibriladores semiautomáticos.
La Policía suele ser el primer interviniente (“first responders” en EEUU), es lo que tiene estar a pie de calle haciendo trabajo de seguridad ciudadana y atención al ciudadano. Debemos, por lo tanto, tener una formación extensa y exhaustiva en todo lo que podamos ya que vamos a ser los primeros que lleguemos al lugar de los hechos. Permíteme la expresión, ese primer interviniente «se va a comer el marrón». Después vendrán los equipos especiales que son los mejores haciendo su trabajo, pero el patrullero va a estar expuesto mientras tanto a un escenario hostil del que solo le salvarán sus conocimientos.
La formación sanitaria de los agentes policiales lleva muchos años desarrollándose en EEUU. En 2018 pude comprobarlo personalmente en un programa de intercambio policial en el que participé, conviviendo con un policía durante dos semanas. Allí todos los agentes portan su ifak (“individual first aid kit”) o botiquín personal con los elementos que hemos mencionado dispuestos para ser utilizados si la situación lo requiere. Han importado estos conocimientos tácticos sanitarios de su Ejército y lo han adaptado a entornos civiles. Por lo tanto, la sanidad táctica en el ámbito policial se pondrá en práctica en incidentes civiles con múltiples víctimas (AMOK), con tiradores activos o en los habituales enfrentamientos armados a los que se enfrentan en Estados Unidos la policía.
Son estos últimos los casos más comunes que nos vienen a la cabeza cuando pensamos en el uso que puede dársele a un botiquín personal de control de hemorragias. Sin embargo, el uso de estos “gadgets” no se limita a este tipo de heridas, si no que se extiende a heridas por arma blanca, herramientas de bricolaje o maquinaria. En estos casos, el patrullero con los concimientos oportunos puede salvar una vida incluso cuando el mecanismo lesivo proviene de un accidente.
Cuando acabes de leer este artículo te invito a googlear las palabras “policía” y “torniquete”. Toparás de lleno con noticias sobre actuaciones de agentes salvando la vida a una persona usando un elemento de control de hemorragias, en ocasiones “de fortuna”, como un cinturón, unos cordones o similar y otros creados al uso. Atrás quedan los mitos y supersticiones sobre su utilización donde nos asustanban con historias sobre pérdida de miembros necrosados. Cierto es que pueden producirse, pero tras muchas horas continuadas de uso sin un control médico adecuado. En nuestro entorno urbano difícilmente van a poder ocasionarse estas amputaciones y sin duda van a ser mayores los beneficios que obtengamos de su uso en grandes hemorragias.
Ante una hemorragia masiva, hasta hace poco, nos limitábamos a usar una compresión directa. Pero si hablamos de sanidad táctica debemos plantearnos que esa compresión requiere que un policía se dedique única y exclusivamente a hacerla (siempre que la situación táctica lo permita) con la consiguiente pérdida de personal humano para resolver la intervención policial.
Te propongo un caso práctico. Pensemos en una reyerta o en una agresión doméstica. Contamos con un agresor o agresores aún sin detener y una víctima o víctimas sin atender médicamente. Resolver esas situaciones de forma táctica y ofrecer a su vez atención sanitaria conlleva una formación previa en sanidad táctica. Del mismo modo, la víctima podemos ser nosotros mismos y a su vez necesitar seguir con la intervención. Todos estos conocimientos nos pueden ayudar, por ejemplo, a saber autocolocarnos un torniquete como ocurre en este vídeo (intervención completa al final del artículo).
Conociendo la importancia, están aflorando muchas asociaciones policiales dedicadas a la formación táctica sanitaria que están impartiendo cursos, como los famosos “TECC: Tactical Emergency Casualty Care (Cuidados Tácticos en Emergencias)”. Estos cursos están abiertos a todos los primeros intervinientes (bomberos, sanitarios y policías) y están teniendo mucha aceptación por lo novedoso y útil que pueden llegar a ser estos conocimientos. Es cierto que los enfrentamientos con arma de fuego en nuestro país son escasos, pero piensa un momento en todos los mecanismos lesivos que podemos encontrar a nuestro alcance y que pueden darse en cualquier pelea de bar o discoteca de turno. Es aquí donde hay que centrarse, ya que estar preparado para poder salvar la vida a un compañero, o a nosotros mismos, pondrá en varlor los esfuerzos que habremos hecho al recibir la formación adecuada y cuyo desembolso, ya sabes, habrá salido de nuestros bolsillos.
Todo el mundo conoce las obligaciones que tiene la Administración de dotarnos de material y conocimientos adecuados para prestar el servicio policial pero la realidad es que la formación de calidad te la tienes que pagar tú mismo. Del mismo modo ocurre con los medios materiales que nos ayudan en nuestras intervenciones. Nuestra obligación, a mi modo de entender, es decirle a la Administración cuáles son nuestras necesidades, que como ya sabéis, van evolucionando.
Recuerdo, hace ya dieciocho años, que en la policía local había compañeros (eran los menos) que se compraban de forma particular chalecos antibalas traídos de Israel y que costaban un dineral. También guantes anticorte, cargadores extra y demás material que añadíamos a la dotación reglamentaria. Esos que los veteranos tachaban de “frikis policiales” ya sabían la realidad que nos venía y que ahora recordamos de forma anecdótica. Hoy en día a ninguno se nos ocurre salir a patrullar sin todo ese equipamiento.
Ahora, los nuevos frikis policiales llevan un ifak que contiene material sanitario de control de hemorragias después de haber hecho un curso pagado por ellos mismos. Al efecto, están más preparados para cualquier circunstancia de este tipo que cualquier otro policía.
Lo he vivido en persona. He visto con mis propios ojos como dos compañeros le salvaban la vida a un ciudadano que se había seccionado las arterias del brazo con una radial en una chapuza doméstica.
Cada vez serán más los que descubran este mundillo y se darán cuenta de su necesidad para finalmente “obligar” a que nuestro cuerpo policial correspondiente nos dote de este material siendo obligatorio en años venideros para todo aquel que esté en la calle “comiéndose el marrón”.
CLARO EJEMPLO DE INTERVENCIÓN
Agustín Guerrero Gutiérrez
Oficial del GOIR – Policía Local de Alicante