Ahora que los días empiezan a ser más largos y el sol nos empezará a dar un poquito más de calorcito, ¿Qué mejor idea que sentarse a estudiar toda la tarde? ¡Qué maravilla! Un cielo azul, el sol invitándote a salir, y tú ahí, con un montón de papeles por memorizar. Bienvenido a la procrastinación.

estudiar libros

Mientras tanto, la vida fuera continúa. Los «abueletes» paseando, los niños haciendo sus travesuras en los parques, las parejitas disfrutando del fin de semana que se avecina… Y tú, con el trasero pegado a la silla, intentando concentrarte en un temario que es más largo que el nombre completo de Pablo Picasso (Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Ruiz y Picasso).

Y claro, no puede faltar tu madre que te anima diciendo que todo eso te va a servir en un futuro. ¡Por favor! Quién me mandaría a mi comprar la enciclopedia Larousse por doscientos euros en 2010. Si hubiera invertido en Bitcoin, ahora seríamos millonarios en lugar de pobres desgraciados estudiando en una tarde cualquiera.

Pero de nada vale lamentarse. El auto sabotaje y la procrastinación son ese pequeño demonio que se acomoda sobre tu hombro. Siempre intenta convencerte de que es mejor idea ponerse a pasar la fregona antes que sentarse durante cuatro horas a leer sobre derecho penal. Esto se complica cuando te sientes frustrado, estresado o si el entorno no ayuda. Aquí entra el juego la generación de hábitos de estudio. Hará que no te sientas menos «amigo de tus amigos» por rechazar una tarde de cervezas o directamente dejar de existir para el mundo durante una temporada.

ocupada estudiando

Según el libro “Hábitos atómicos”, de James Clear, entre otros consejos, comparte la idea de generar un hábito realizando pequeñas tareas diarias enfocadas a conseguir el mismo. Si nuestro propósito es correr durante una hora al día, empecemos saliendo cinco minutos la primera semana. Posteriormente, alarguemos el tiempo a medida que pasen los meses. Hacer un poco cada día es más que no hacer nada.

Intentar que las tareas iniciales sean lo más simples posibles para que, sin percatarnos, con el tiempo esa actividad sea automática. Así evitamos distracciones y excusas con las que echar balones fuera si no se cumplen los propósitos. Pero ¡ojo!, hay que empezar con propósitos realistas. Pequeños objetivos medibles o indicadores cuantificables. Al echar la vista atrás harán que nos demos cuenta de lo que hemos ido construyendo y hasta dónde hemos llegado.

Tenemos la capacidad de cambiar de hábitos, o generar otros nuevos, con los que consigamos alcanzar una meta o un gratificante crecimiento personal, independientemente del resultado. Y puntualicemos el concepto de «independientemente del resultado». Sabemos que el éxito, entendido como un resultado feliz, no se encuentra ligado exclusivamente a lo que está en nuestra mano. Y, aunque no creamos en la suerte, existe una pequeña parte de la misma que hace que tus logros no sean del todo como esperabas.

Llámalo “mala” suerte, llámalo efecto Galatea, pero toma como nota mental grabarte a fuego que no debes dudar nunca de ti mismo por no alcanzar el resultado que esperabas si sabes que lo has luchado a muerte.

Pero, ¿Cómo saber si lo estamos dando todo?

Seamos sinceros con nuestra persona para medir ese nivel de compromiso. Por ejemplo, antes de ir a dormir, reconocer si hemos cumplido con lo que nos propusimos hacer ese mismo día. Ya sea descansar y pasar el día en el sofá para recuperar energía o bajar al gimnasio andando aunque llueva o haga frío. O trabajar en algo durante unas horas estipuladas al cien por cien de concentración. A esto algunos lo llaman ataraxia, pero también puede definirse, grosso modo, como descansar en paz y con el espíritu tranquilo.

respiración

La fuerza de voluntad es la capacidad de posponer esa tan ansiada recompensa. Es saber rechazar el placer inmediato que no mide las consecuencias por aquello que sí se anhela conscientemente. Significa no caer en la trampa de lo fácil y sencillo, que a priori puede parecer lo más atractivo si se pretende cubrir necesidades con parches. «Caer en la tentación» nos puede llevar a un círculo vicioso de inseguridades e insatisfacción del que después no deberíamos tener derecho a quejarnos si no podemos salir.

Educar nuestros caprichos. Darnos cuenta de que por mucho que nos apetezca estar en determinado lugar o pasar tiempo con determinadas personas quizá no es lo que nos conviene en ese preciso instante. ¿Dónde queda la capacidad de sacrificio? El individuo que obtiene todo sin esfuerzo no se merece la enhorabuena, ha perdido ese mismo hábito de darlo todo en cada reto.

Seamos críticos, también, con la palabra «motivación»: componente psicológico con el que restamos valor a lo que realmente significa el trabajo diario. La autoestima mejora ciertos aspectos de nuestra vida, llevándonos a un nivel de compromiso y disciplina con los tratos que nos hacemos a nosotros mismos.

Cerrar un trato con uno mismo para conseguir un objetivo puede ser lo más satisfactorio que hagamos jamás, pero faltarnos a nuestra propia palabra puede resultar lo más dañino. Tengamos palabra con nosotros mismos, si decimos que vamos a hacer algo, hagámoslo. Es sencillo fallar a nuestra palabra, ¿Quién nos va a reprochar nada, nosotros mismos? Si quedamos en algo con alguien lo hacemos para no fallarle, pero ¿y cuando nos fallamos a nosotros?

Fallarse a uno mismo es uno de los aspectos de la vida que más debería preocuparnos.

Qué más da lo que opinen de nosotros los demás si somos fieles a lo que decidamos llevar a cabo y a nuestros verdaderos deseos. Marcharnos de un lugar porque no nos sentimos cómodos, o terminar una noche mucho antes del amanecer porque al día siguiente hemos decidido madrugar para ir a entrenar.

Pasar un domingo en la biblioteca apretando para un examen importante mientras nuestros amigos o familiares están de barbacoa. O simplemente no reírle las gracias a nadie por caer mejor o peor, y no seguir la corriente como pollo sin cabeza por presión social cuando tu criterio es distinto al de la mayoría. Prepárate una cena saludable e invierte un poco de tiempo en cuidar tu alimentación por mucho que te apetezca pedir una pizza y dejarte llevar por el placer que supone una buena rodaja de pepperoni

Ten en cuenta que alcanzar la paz cuando hacemos lo que hay que hacer, aunque seamos nuestros únicos espectadores, nos hará sentirnos bien, orgullosos de nuestros logros y capaces de cualquier cosa. Una fuerza que conlleva poder dedicarnos al resto de personas que nos rodean intentando dar lo mejor de nosotros mismos siempre.